Su historia es ejemplo de lucha, pasión y la firme voluntad de seguir adelante, sin importar los obstáculos que la vida le puso en el camino.
Hace cuarenta años, Eugenio Javier Jaramillo Jaramillo, un hombre de la parroquia San Pedro de la Bendita, cantón Catamayo, tomó una decisión que marcaría su vida para siempre. Inspirado por su padre, quien en su juventud había construido un pequeño carro de madera con pedales, Eugenio decidió llevar la tradición familiar un paso más allá: construir su propio automóvil. No uno de juguete, sino un verdadero clásico hecho a mano, inspirado en el legendario Lotus Seven, un modelo inglés que nunca llegó a América.
La historia de su creación es tan impresionante como el propio carro. Con la ayuda de su primo Nelson Jaramillo, ingeniero mecánico, Eugenio logró replicar el diseño a escala y comenzó la construcción. Fueron años de trabajo meticuloso, aprovechando sus vacaciones para avanzar poco a poco en el sueño que tenía en mente. Sin prisa, pero con la firme convicción de que lograría verlo terminado.
La motivación era su hijo Javier. «Era mi primer hijo, quería hacer algo especial para él», recuerda Eugenio con emoción. No hubo un presupuesto fijo, simplemente iba adquiriendo materiales conforme los necesitaba y poco a poco el auto tomó forma. Hoy, aquel carro es un ejemplo rodante del amor de un padre y de su inquebrantable espíritu de lucha.
La vida de Eugenio no ha sido fácil. A los 14 años dejó su hogar en San Pedro de la Bendita para buscar un futuro mejor. A los 21, sufrió un accidente terrible mientras trabajaba en un tractor, perdiendo una pierna. Pero en lugar de rendirse, tomó la adversidad como un desafío. «Nunca me consideré inválido», dice con firmeza. «Le prometí a mi madre que no sería una carga y así fue».
Su carro no solo es un medio de transporte, sino una declaración de resiliencia. Con un motor Honda de 16 caballos de fuerza, mejorado por su primo Paul Jaramillo, alcanza hasta 70 km/h y ha recorrido innumerables caminos, acompañando a Eugenio por toda la provincia de Loja y más allá. Cada 3 de julio, en Santo Domingo, desfilaba con sus nietos al volante, convirtiéndose en un símbolo de historia y pasión automovilística.
Hoy, a sus 78 años, Eugenio sigue disfrutando de su creación. «Este carro tiene 40 años de historia y miles de kilómetros recorridos, pero sobre todo, tiene mi vida dentro», afirma con orgullo. Con su mirada llena de sabiduría y gran espíritu, sigue recorriendo Loja en su joya artesanal, recordándonos que los sueños, con paciencia y esfuerzo, siempre pueden hacerse realidad.